RELATO DE UNA ESPOSA INFIEL. SEXTO CAPÍTULO
RELATO DE UNA ESPOSA
INFIEL
POR: PATRICIA KAMINSKI
©
CAPITULO 6
Los invito a leer el resto de capítulos de este relato (les
dejó los links en la parte de abajo). Gracias
a todos los que han leído mi relato: los quiero hasta más allá de eso.
CAPITULO 6
Benji me miró con ojos de cabra cuando le dije que quería ir
a bailar. No le gustaba la idea y el solo hecho de levantarse de la cama ya lo ponía
a sufrir, pero ¿Qué culpa? Él había despertado la bestia que ardía en mí y yo
ya me sentía lo suficientemente descarriada como para seguir cayendo por el
abismo. Además, ya tenía la pelea de esa noche perdida con mi marido, entonces
si iban a haber problemas, que fuera por algo, que valiera la pena las lágrimas
y los golpes que la vida me iba a dar.
Daban casi las nueve de la noche cuando me levanté y me fui
al baño del motel a bañarme, me recogí bien el pelo porque no quería dañarme el
peinado –y menos con todo lo que me había costado y las seis cuotas que tenía
que cargar como una cruz en el remordimiento-.
Me metí en la ducha, comenzó como una ducha caliente para que me quemara las
bacterias y los olores fuertes, pero no me aguante el agua hirviendo sobre mi
cuerpo adolorido y cansado; entonces la bajé a una ducha tibia, refrescante y relajante,
pero tenía tanto dolor en la cadera, en la cintura y en la entrepierna que me
tocó cambiarla a una ducha fría, helada para que me congelara el ardor y
templara la piel para que no sentirá nada más en ese instante.
Salí tiritando del baño y busqué desesperada una toalla, me
sequé rapidísimo y salí empelota a buscar el abrazo de Benji, pero lo que vi me
dejó más fría que toda el agua que me había caído encima. Benji, se había muerto
o, por lo menos, aparentaba estar muerto porque ni respiraba del sueño tan
profundo en el que había caído. ¡Hombres, todos son iguales! Buscan y ruegan
para que una se comporte como una zorra y, cuando lo logran y una está en
forma, se duermen, se tiran tres pedos y se hacen los asustados.
Me pareció ridículo, pero no tanto como antes, como cuando
encontré a mi marido viendo eso, la idea de pasármela el resto de mi vida
tirando y gozando sobre una verga, ya no era tan descabellada, así de tanto
había cambiado en esas pocas semanas. Me quedé quieta mirando eso unos minutos
hasta que me acordé de los sándwich que venían incluidos con la suite maya y
que hacían parte de la promoción del día en el motel. Ya había pagado la tarifa
plena y mi oponente se había dormido y roncaba como un payaso, no podía también
regalarles mis sándwich. Los pedí, junto con otra cerveza y en menos de tres
minutos, se abrió la ventanita pequeña al lado de la puerta y me los pasaron.
Benji ni se dio por enterado. Los recogí
y me volví a acostar como si nada, eso de andar desnuda me estaba gustando
bastante, como que sentía menos peso y me sentía menos apretada que antes, como
que por fin podía estirarme sin que se me rompiera ninguna costura de lo que
llevaba puesto.
Me comí los sándwich y me tomé la cerveza mientras veía esos
videos ridículos que ya me estaban comenzando a pasar factura. Yo no sé por
qué, pero ya me estaba comenzando a poner nerviosa, de repente, apareció un
tipo gigantesco con un cuerpo increíble y una vieja como las que yo quería ser
esa noche y comenzaron a besarse como desesperados en una playa desierta. Y
quedaron los dos sin nada, uy, ahí me tocó morderme el labio y comencé a sentir
que me estaba poniendo roja de la emoción. Quise cambiar el canal, pero no
pude. Quise ducharme otra vez pero me dio pereza meterle el culo al frio de
nuevo. Quise despertar a Benji, pero la bestia esa ni se movió cuando lo llamé.
Entonces, en ese momento, comprendí a mi marido y me di cuenta que la culpable
de su adicción masturbatoria era yo porque no estaba presente para él cuando quería
descargar su furia en mí.
Me daba pena, pero la sola idea de masturbarme frente a Benji
me ponía a mil, pero ¿Y si se despertaba? Miré de nuevo la pantalla, allá la estaban
pasando tan rico, los dos sobres la arena mientras las olas los cubrían con su
complicidad. Y yo empelota como ellos. Yo me imaginé ahí, en plena playa, con
un montón de cocos sirviéndome de
colchón. Y sin querer, comencé a tocarme, primero una tética, después la otra, después
un poquito más duro y más duro y más rápido. Miré a Benji para saber si seguía
dormido. Nada estaba en coma. No sabía qué hacer, si seguir o qué. Pero esa
calentura pudo más que yo. Agarré una sábana que estaba dando vueltas por ahí y
me arropé completa, cuando vi que ya no me podía ver Benji, comenzó el
espectáculo. Fue un trio delicioso con ese par que estaban en el televisor. Me di
dedo como en mucho tiempo no lo había hecho, creo que desde que estudiaba en el
colegio de monjas no me había dado tanto dedo. Y fue delicioso. No sé cuánto
tiempo duró, lo que sé fue cuando descargué boté un chorro que me llegó a las
rodillas. Y cuando abrí los ojos de nuevo ya se había acabado el programa y la
sabana colgaba de la cama. Reaccioné y miré rápido a Benji sonrojada creyendo
que me estaba viendo, pero él seguía durmiendo y lo que hice fue sonreírme de
mi travesura y del placer que me había producido.
No sé por qué con exactitud, pero me sentía orgullosa de mi
misma, de haber podido lograr satisfacerme, de haberme podido masturbar sin
remordimientos y sin estar escondiéndome de nadie. Suspiré y volví a la
realidad. Casi daban las diez y ya también me estaba dando sueño. La función
había acabado. A lavarme las manos y a limpiarme las piernas. Me levanté y me
fui al baño, la desperezada, la orinada y la lavada de manos de rigor antes de salir
a cambiarme. Pero mi mirada se encontró conmigo en el espejo. Me quedé mirando
un largo rato. No conocía a esa vieja, la había visto por ahí, de pasada en
algún otro espejo vanidoso, pero nunca la había visto tan cerca ¿Era yo? ¿De
verdad era yo? ¿O solo un capricho pasajero que me satisfacía? ¿Esa era yo o
una ilusión de mí? Si no era yo ¿Qué hacía ahí, empelota y acabándome de masturbar
al lado de un don nadie? Y si era yo
¿Por qué hasta ese momento me estaba encontrando? Si así quería ser yo o lo había
querido toda la vida ¿Por qué hasta ese momento me había atrevido a buscarlo, a
buscarme? ¿Por qué había pasado tanto tiempo escondida detrás de una señora
digna, de una viejita responsable que lo único que esperaba era la edad para
jubilarse ¿Jubilarse? ¿Cómo me iba a jubilar de una vida que hasta ahora
empezaba? No podía creer lo que veía ¿Y ese pelo? ¿Y ese maquillaje? ¿Y ese
liguero que estaba por ahí? ¿Y esos tacones? ¿Y esa ropa que apenas me cubría?
¿Esa era yo? ¿Y mi familia? ¿Para qué me había casado entonces? ¿Para qué había
tenido hijos? ¿Para qué me había engañado tanto? Si mi placer estaba en la cama
de un motel con las piernas abiertas ¿Para qué había vivido toda esa vida de
mentiras? Y si no era si, si eso no era verdad ¿Qué estaba haciendo ahí? ¿Para qué
había cambiado tanto y para que me había comprado esa ropa? Si eso no me
satisfacía ¿Por qué lo había hecho? ¿Cuál de las dos Angie era? ¿Podrían vivir
las dos en la misma persona? Y lo peor de todo ¿Podría seguir así el resto de
mi vida? ¿Tendría que decidir por una de las dos? ¿Por cuál? ¿Tendría que
olvidarme de una? ¿Tendría que olvidarme de la señora y con ella de mis hijos,
de mi familia, de mis cosas para entregarme al deseo y a la lujuria? ¿Tendría
que olvidarme de la zorra y nunca más gozar ni sentir el placer que estaba sintiendo
con Benji, tendría que olvidarme de ella y de la libertad que me producía cada
orgasmo? Casi lloro de la tristeza de mis pensamientos. No quería perder nada,
pero estaba segura de que al paso que iba, lo perdería todo.
Me eché agua en la cara para despertarme y salir de mis
ensueños. Cuando me sequé me di cuenta que lo que me quedaba de maquillaje se había
quedado en la toalla y tenía la cara limpia, me veía horrible, no combinaba con
el resto. Caminé hasta las bolsas para buscar mi maquillaje, y me acordé que en
el bolso tenía mi maquillaje habitual, el de todos los días ¿Cuál de los dos
debía usar? No sé por qué, pero sin pensarlo mucho agarré el de las bolsas, el
de zorra, y me fui a maquillar al baño. Claro que allí no exagere tanto, apenas
lo hice para que mi cara no desentonara con el resto de lo que quería ser, de
la mujer que quería ser y que hasta ese momento, casi treinta y ocho años después
de ver la luz, estaba descubriendo.
Salí del cuarto y busqué la ropa que estaba regada por todas
partes. Me dolió cuando agarré el liguero y me di cuenta que se le había roto
una de las correas ¡Y tanto que me había costado! ¡Tenga! Un madrazo a la que
me había vendido ese trapo inútil. Pero fue tan duro el madrazo que Benji se despertó
y me miró con cara de marido
—¿Qué horas son?
—Las horas de irnos —le contesté
Sin decirme nada más, se levantó y se metió al baño, después
de una tremenda orinada, se metió a la ducha —no sé qué se bañó porque apenas
duró como dos minutos— y salió secándose las güevas con la toalla. No me dio
tiempo ni de sentarme otra vez cuando me dijo.
—¿Qué, le hacemos otro poquito?
Yo lo miré sonriendo y luego vi su parajito encogido por el
frio de la noche.
—No, querido –le dije guardando mi
secreto— yo ya estoy satisfecha.
Nos vestimos, eso sí, me vestí con la ropa de zorra porque aun
yo todo como estaba, Benji no me dejó poner la ropa de señora y salimos juntos,
después de casi seis horas.
Íbamos en el carro cuando, en un semáforo en rojo me preguntó
—Oye ¿Y los sándwich de la promoción?
—Se los habrán comido ellos porque
nunca llegaron —le dije mirando para otra parte
—Que perros, pero la próxima vez los
pedimos por anticipado.
—¿Próxima vez?
—Claro, tenemos que sacarle el jugo a
ese liguero y a esos tacones. Por cierto Angie, me encanta como te ves. Ya te
vas a dar cuenta de todo lo que eres capaz, solo déjate guiar y yo te digo como
vas a quedar bien buena.
—¿Y que, me vas a mandar operar las
tetas o qué?
—Si es necesario, tocara.
Yo sonreí, me parecía infantil todo eso, aunque en el fondo sabía
que él era capaz de hacerme quien sabe que cosas. La curiosidad me invadía cada
vez más, pero estábamos llegando a mi destino, que era en la calle en la mitad
del camino, y ya no me quedaba tiempo para averiguar más. De nuevo como la primera
vez, Benji me pasó unos billetes para que pagara el taxi y llegara rápido a mi
casa. Me volví a sentir como una puta, pero por lo menos esta vez me servía la
plata para reponer lo que había invertido en el liguero. Todo fue igual que el
primer día, solo que esta vez, tuvo la decencia de quedarse conmigo mientras el
taxi me recogía y me llevaba a mi casa… mi casa.
En el taxi me enfrente a mi primer problema: iba con la ropa
de zorra y no podía llegar así a mi casa. Tenía dos opciones: o me cambiaba en
el taxi, frente al taxista o no llegaba a mi casa.
—Señor —le dije al taxista— ¿Será que
me puedo cambiar de ropa aquí? No quiero llegar vestida así a mi casa.
—Pues sí, por mí no hay problema
–dijo el taxista nervioso y pasando saliva.
Por fortuna era un buen tipo, apagó la luz de adentro y trató
de irse por el carril que menos tenia luz. Yo me quité los zapatos, me acomode detrás
de él para que no pudiera verme y me quité las medias y el liguero, la tanga me
la dejé aunque no sabía cómo explicarla después. Me puse los pantalones y los
zapatos de señora. Luego por debajo de la blusa me quité el brasier nuevo y me
puse el viejo y cuando ya estaba lista me puse la camisa y el saco del uniforme
de recepcionista.
—listo —le pregunté al taxista— ¿Cómo
quedé?
—Parece otra señora —me contestó
igual de nervioso
—¿Y con cual se queda?
—No sé. Eso no se le pregunta a un
hombre solo en plena noche.
Yo sonreí y seguimos el camino. Como a los cinco minutos
llegamos al edificio.
Eran las once de la noche. No tenía excusa. Estaba súper
cambiada. Olía a trago. Y tenía el culo adolorido de tanto tirar. Abrí con
cuidado, tratando de no despertar a nadie, pero preciso mi marido estaba
despierto en la sala mirando televisión. Estaba furioso, por decir algo
decente. No había otra, use la táctica de atacar primero.
—Hola —le dije seria
—Hola —me contestó muy serio y sin
moverse de su asiento
—¿Y qué? ¿Viendo porno?
—No, para nada. ¿Y tú, dónde estabas?
—¿Dónde crees? —le dije metiendo mis
manos en mi pelo recién pintado— ¿Cómo me veo?
—No sé cómo te ves, pero no crees que
deberías haberme avisado que te ibas a demorar
—No tenía batería.
—¿Y no hay teléfonos en el mundo?
—Se me olvido
—¿Se te olvido? —me dijo enfurecido
—Bueno, no se me olvido, lo que pasa
es que sentada en el salón no podía llamar a nadie
—¿Y te la pásate todo este rato
sentada en el salón?
—No te pongas así —le dije seria,
como queriendo desafiarlo—
—¿Y cómo quieres que me ponga? —me
dijo levantándose y pasando junto a mi como un toro bravo. En el camino se
devolvió- ¿y esas bolsas?
Estaba atrapada, muerta y crucificada. Se me había olvidado
meter las bolsas en algún sitio y las llevaba en la mano, para colmo tenían los
logos de las empresas, todas de ropa interior y cara. Con el dolor de mi alma y
de lo que tenía debajo de ella, no tenía otra que contestar:
—Pues fue algo que compré pensando en
ti, para pasar un rato chévere contigo, pero ¿sabes que? Dejémoslo para después
—le dije mientras caminaba hacia el cuarto rezando para que no aceptara mi
oferta.
—¿Qué compraste? —me preguntó
mientras entraba detrás mío, ya sin tantos bríos como antes.
—Compré un liguero y una ropa
interior súper chiquita. Pensé que como te la pasabas viendo viejas, de pronto
yo podía hacer algo por nuestro matrimonio si me ponía una de esas cosas y me pintaba
el pelo, pero al parecer eso tampoco va a servir de nada.
—No ¿Cómo se te ocurre decir eso
Angie? Yo ya no volví a ver porno desde ese día y ya sé que esas viejas no
significan nada.
—Ah bueno, me parece bien, entonces
ya no me pongo el liguero
—¡No, no! —protestó rápido— tampoco
quise decir eso.
Nos quedamos mirando un momento. Yo no podía tirar con él esa
noche, primero porque ya sentía la cuca súper hinchada de tanto gasto y segundo
porque el liguero y la tanga olían a Benji. Tenía que sacarlo por alguna parte.
—¿Si ves lo que pasa? —le dije— yo
trato de hacer cosas buenas, interesantes, pero tú te portas como una mierda
conmigo y me mandas las ilusiones al piso.
—No digas eso —dijo acercándose y
dándome un beso corto, ni parecido a los que me daba Benji— dime ¿Qué
compraste?
—Ya te dije: un liguero, unos zapatos,
pero sabes que, pensándolo bien ¿Por qué no lo dejamos para otro día?
—Pero ¿Por qué? —dijo protestando
—No sé, tú me bajaste las ganas.
Además ya es muy tarde ¿Por qué no lo dejamos para el viernes?
—No, aprovechemos ahora. Mira,
perdóname por lo de antes, pero es que tú no llamaste y los niños preguntaban
por ti. Tú sabes que los niños son primero.
—Ya sé que los niños son primero, por
eso es mejor que nos durmamos y dejemos esto para después.
Cayó en su propia red, lo había encerrado y no tenía
escapatoria. Aceptó, pero se fue acercando a darme un beso que yo no pude
evitar. Mientras lo hacía bajó sus manos y me agarró la cola. Yo di un salto y
grité del dolor como si hubieran dado un chancletazo.
—¿Qué pasa te dolió?
—No —le contesté— lo que pasa es que
estoy como desbaratada, imagínate, si estuve como seis horas seguidas sentada
en el salón de belleza poniéndome hermosa para ti.
—Por eso te digo, no hay que perder
la oportunidad, ni el entusiasmo, comencemos.
—No, dejémoslo para el viernes.
Acuérdate que hay que pensar primero en los niños.
FIN DEL CAPITULO 6
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