PHANTOM THREAD. DE LA SUTILEZA Y LA ELEGANCIA
PHANTOM THREAD
DE LA SUTILEZA Y EL SUICIDIO DE LAS TELAS
POR: CINEWEEKCO
Comienzan 130 minutos de una película dramática,
escalofriante cifra que –a simple vista- ya le quita a uno media voluntad de
sentarse en la sala. Sin embargo, y como buen admirador de Paul Thomas Anderson
y de Daniel Day Lewis, lo hago. Me siento. Me acomodo. Me preparo mentalmente
para soportar las tragedias ajenas de estos dos grandes señores del cine. Comienza
la película. Aparece él, ese gran actor que promete no volver a mostrarse en
las pantallas, allí esta, delgado… como un hilo, moviéndose invisible, entre
finas y delicadas oscilaciones casi imperceptibles en la pantalla. Me gusta. Parece
algo que no se ve todos los días ni en todas las funciones. Comienzo a
disfrutarlo. Parpadeo y me doy cuenta que la película ha terminado con la misma
forma y la misma sutileza con la que inicio. Jamás se detuvo. No me dio pausas.
No me dio respiro y, aun así, era un drama de 130 minutos ¿Cómo es eso posible?
Sin duda, Phantom Thread
o el hilo invisible en Latinoamérica es una evocación al buen gusto, a la delicadeza
y a su respetable profundidad. Que no se confunda aquí delicadeza con debilidad
porque no es así, es sutil y –a la vez- brusca y represora. La interpretación
del elenco es excepcional, con pocos cambios en sus rostros reflejan todo un
collage de sentimientos, de emociones, de frustraciones.
Es posible porque El
hilo invisible que Paul Thomas Anderson teje con cada plano, con cada
mirada, con tanta elegancia como pocas veces se ha visto. Es la mano de un
maestro que sabe lo que hace, que no le tiene miedo a la lentitud, a la
contemplación, a la decisión, porque eso es lo que sus personajes hacen entre
espacios: decidir, decidir si se quieren o no. Decidir si pueden ser felices o
no. Decidir si siguen viviendo o no. Decidir si responder con una sonrisa
complaciente o mejor con una sonrisa complaciente.
En esta época tan convulsa y esquizofrénica. El hilo invisible se toma su tiempo y
lo hace de tal forma que lo enreda a uno entre su tejido y lo atrapa hasta
consumirlo. Pocos se pueden sentir indiferentes al salir de la sala, pocos se
pueden sentir traumados o extenuados, pero si todos se pueden sentir
maravillados. Se siente el cine respirando en su más hermosa esencia. Se siente
el arte cobrando vida. Se siente que las personas que están allí –tanto al frente
como detrás de la cámara- saben lo que hacen y que bueno es sentir eso, que
bueno es sentir que no se pierde ni el tiempo ni la plata de la boleta sino que
uno acaba de hacer una inversión invaluable para su estado emocional y para el
recuentro con una pausa cada vez más necesaria y esquiva.
Eso es El hilo
invisible, una película que teje lazos invisibles, amores invisibles, odios
invisibles, pataletas invisibles, formas invisibles. Todo tenue. Todo sutil,
pero todo presente. Todo hiriente. Todo diciente. Todo admirable.
Ni que decir de sus colores, de sus texturas, de su vestuario,
de su atmosfera clásica y de esos azules melancólicos que inundan los paisajes
para hacerlos sentir mas solitarios, más misteriosos, más próximos a la
pulcritud que al vicio. Pulcritud, eso es lo que respira Phantom Thread, en ninguno de sus planos hay suciedad, todo es
limpio, todo está perfectamente dispuesto para la gran cortesía. Cortesía que aceptamos
y compartimos.
Recomendada. Demasiado recomendada.
Sin temor alguno.
Súper recomendada también la música de esta película compuesta
por Jonny Greenwood, también, al igual que el director, su actor y su actriz,
nominado al Óscar.
Si es la última película de Daniel Day Lewis, se puede dar
por satisfecho por entregarnos una interpretación magistral, tan fina que se
confunde entre sus dedos largos y sus arrugas cada vez más generosas. Si se va,
es un buen adiós. Lo que si no podemos permitir es que Paul Thomas Anderson cese
en sus deseos de llevarnos a otra realidad. De enseñarnos un mundo onírico a la
vez que cruel y sagaz. Son contados los
grandes artistas hoy en día, sin duda Paul Thomas Anderson es uno de ellos y
esperemos con enorme ansia su nuevo golpe ya sea un disparo sutil o un inmortal
beso suicida.
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