DONALD SUTHERLAND. EL OSCAR HONORIFICO
DONALD SUTHERLAND,
EL OSCAR HONORIFICO
POR: CINEWEEKCO
Pocas veces el Óscar honorifico tiene un merecedor tan justo
como el de este año. Donald Sutherland ha sido el escogido por los miembros de
la academia para ser el galardonado y quedar en la historia del cine en el
mismo escalón de Chaplin, Agnes Varda (premio del año pasado), Godard, Kurosawa
o Groucho Marx entre otros grandes.
Donald Sutherland es parte del cine y no solo por su extensa filmografía
que casi alcanza los doscientos títulos sino también por su edad, 82, con una
trayectoria de casi sesenta años. Aclarando que el cine como invención apenas
tiene 123 años, lo que quiere decir que Donald Sutherland ha estado presente en
la mitad de la historia del séptimo arte.
Actor de verdad, honesto y trabajador, eso es lo que se puede
decir de él. Casi tres películas por año como constante y siempre versátil,
voraz e útil narrador de su historia y de sus personajes.
Sus películas más memorables no se refieren a una época en
concreto ni a un género en concreto sino que sus éxitos se han extendido a lo
largo de su vida, demostrando el valor y el talento natural de este hombre al
enfrentarse a un personaje y sus complejas tramas.
En los años sesenta alcanzó la fama que jamás lo abandonaría con
Los doce del patíbulo, cinta en la
que compartió pantalla con otras grandes leyendas como Lee Marvin, Charles Bronson
o John Cassavettes. En los setenta alcanzó un esmerado reconociendo con M.A.S.H. del director Robert Altman, al
igual que con esa joya del cine bélico llamada: Ha llegado el águila de John Sturges y en la que compartió miradas
con Robert Duvall y Michael Caine. En esa misma decada llegaría una época esplendorosa,
de estrella pura, lejos del mundanal ruido de la fama y las portadas. Se entregó
en cuerpo y alma a su obra y consiguió –de la mano del único Federico Fellini-
una interpretación maravillosa en Casanova,
un delirio visual y actoral jamás asimilado, y también en la gran Novecento a las órdenes de Bernardo Bertolucci.
Sutherland no es solo un actor de Hollywood, es un actor de
cine, del mundo del cine y eso es lo que lo hace grande.
En los ochenta se destacó en producciones indispensables como
El ojo de la aguja, película de espías
al máximo nivel, y en Ordinary people,
la obra reflexiva de Robert Redford que le valió una nominación a mejor actor
ya muy merecida.
Como muchos de los talentos ocultos del cine, Donald Sutherland
no había recibido el reconcomiendo que se merecía, había estado aislado de las
tendencias y había permanecido intacto ante la crítica. Muchos de los granes
pasan desapercibidos, pero eso es lo que los hace grandes porque todo el mundo
reconoce sus rostros, pero pocos se saben sus nombres. Es allí cuando la grandeza
toma vida porque se reconoce entonces el trabajo del actor, no del hombre o de
la figura pública sino la del actor talentoso que deja huella, que deja marca
en todos los que lo ven.
Donald Sutherland es el actor. El actor que representa el
trabajo del actor. El actor que tiene que trabajar duro para labrarse un
nombre. El actor que tiene que trabajar para ganarse la vida y el actor que está
dispuesto a entregarse a todo –por pequeño que sea- para dejar su huella en un
universo cada más plagado de estrellas fugaces y de pocas que alumbran como el
sol.
Merecido, demasiado merecido su premio. Esperemos el momento
de la entrega, momento que compartiremos con el aplauso de honor que se merece.
Algunas películas recomendadas de Donald Sutherland:
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