MI MARIDO ME DIJO QUE ME QUERÍA SIN PELOS Y ME RAPÉ LA CABEZA
MI MARIDO ME DIJO QUE
ME
QUERÍA SIN PELOS Y
ME RAPÉ LA CABEZA
POR: LAS LÁGRIMAS DE
ROXANA ©
¡Estoy desesperada! De verdad que lo estoy. No sé qué pasa
conmigo y con mi vida. Yo no sé si soy yo la que no entiendo o es mi marido el
que no habla claro, pero no hay día en que las cosas salgan bien y todo este en
calma en mi corazón. Lloro por eso ¿Por qué la vida es tan complicada?
La otra noche estaba en la cocina fritándole los huevos como
a él le gustan, cuando de repente llegó y se paró en la puerta, se quedó
mirándome, como analizándome bien, y me dijo:
—Vamos Roxana, que necesitas una
ducha con urgencia.
Me sorprendí, me asusté por cómo me lo dijo, traté de llorar
pero me hice la valiente sobre todo al reflexionar que él podía tener razón. Me
olfateé las axilas y lloré, no pude contenerme, el olor era fatal. Lo mire con
los ojos llenos de lágrimas y le dije:
—Perdóname ¿así de mal huelo?
—Pues la verdad era que me daba corte
decírtelo, tu sabes, eres mi mujer y yo tengo que quererte cómo eres, pero la
verdad es que ya hueles peor que el perro que tiramos por la ventana la semana
pasada.
Me quedé en silencio. Tenía razón, habíamos botado un perro
la semana anterior, que había muerto hacia un par de días y olía asqueroso, a
puro muerto. Me puse a reflexionar de nuevo, a recordar cuando había sido mi última
ducha. Claro, ya habían pasado quince días y si me hacia el reclamo una persona
que se cambia de calzoncillos cada tres meses era porque en verdad olía mal.
Con honor, me limpié las lágrimas, apagué la estufa y me fui a duchar.
La verdad era que tenía razón, apenas me puse bajo el chorro
de agua comencé a notarlo, parecía que me estuviera escurriendo chocolate de
todo el mugre que botaba por el cuerpo, lloré de la vergüenza y de la tristeza
de ver esa agua tan sucia. Yo me restregaba y me restregaba y parecía que me estuviera
quitando la crema de broncear del verano pasado, salía mugre como manteca para
la carne. Y entre más bajaba, mas mugre encontraba, hasta que llegue al
matorral, metí la mano para ducharme bien y, por allá bien en el fondo, encontré
las llaves del coche que se me habían perdido hacia como un mes ¡Y yo
buscándolas por todas partes! Lloré de la alegría porque ahora si ya podía
abrir el coche y sacar la comida del perro que ya se había muerto de hambre. Me
seguí bañando y me metí la mano atrás para restregarme el pliegue de Colón ¿Y
que creen? Encontré una acta de mi grado de primaria. Era increíble. Lloré al
recordar esos momentos tan divinos.
Pasé como quince minutos duchándome, una de las duchas más largas de mi vida. Por fin, terminé con ese suplicio y sacrificio para mi marido y cerré la llave. Luego busqué a tientas la toalla para secarme, pero no la encontré, entonces corrí la cortina para buscar la toalla, pero ni así la encontré. De atarantada y por la falta de costumbre no había llevado una toalla para secarme. Lloré por ser así de atarantada, pero ¿Qué podía hacer con mi vida?
Lo pensé un momento, pero no tenía más alternativa, al fin y
al cabo, estaba en mi casa y el sujeto ese que disparaba gases lacrimógenos con
el trasero era mi marido y, aunque ya había pasado cierto tiempo desde nuestra última
vez, seguía siendo su mujer y todo era normal. Entonces me armé de valor y salí
del baño así, como Dios me trajo al mundo pero con todo lo que me salió
después. Mi marido apenas me vio se sorprendió y me dijo:
—¡Coño Roxana! ¿Ese no es el paraguas
que andabas buscando? ¿O es que llevaste uno para que no te cayera agua en la
cabeza?
—No, claro que no, si me bañé a
conciencia, y toda completa para que sepas. Lo que pasa es que me he vuelto muy
descuidada y dejó las cosas por ahí
—Pues con razón te quejabas tanto de
la cadera. Que mira que yo caminando todo el día con eso por ahí, ya estaría
como un pingüino ¿ah? Pues ten más cuidado Roxana, que te podría pasar algo
peor, aunque con toda esa maraña no me extraña que se te enreden cosas por ahí
—No te preocupes, tendré más cuidado —le
dije mientras él me miraba mi matorral como si fuera un expedicionario en plena
selva.
—Oye Roxana ¿será que no hay más
cosas ahí metidas? Acuérdate del billete de 50 que se me perdió la otra noche,
de pronto lo encuentras y nos sirve para un jamón ¿eh?
Yo seguí parada frente a él pensando en no sé qué, tal vez en
el billete o en una plancha de ropa que también había desaparecido de repente.
Cuando él me dijo:
—Oye Roxana ¿y por qué no te quitas
esos pelos?
—¿Qué me quite los pelos? —dije un
poco asustada y confundida
—Pues sí, quítate todos los pelos,
por internet se ven unas tías que se quitan todos los pelos, no les queda ni
uno y, la verdad, es que se ven muy bien
—¿Y es que tú te la pasas viendo esas
guarradas? – le dije comenzando a llorar
—No, claro que no, Roxana, no llores más
Roxana, claro que yo no me la paso viendo esas guarradas, lo que pasa es que,
bueno, es cultura general saber ese tipo de cosas, se deben saber esas cosas para
usar en cualquier conversación. Ya ves en la tele que esos tipos dicen cosas interesantes
cuando hablan y todo lo sacan del internet y, pues bueno, uno tiene que estar
informado. Además tu sabes que yo quiero ser siempre como los mejores…
entonces, un poco de cultura Roxana ¿eh? Que no te agarren con los pantalones
en la mano, Roxana.
Y yo que no tenía ni pantalones ni nada. Traté de calmarme un
poco
—¿Me lo dices en serio?
—Claro Roxana, claro. Pero debes
saber que las tías que he visto en internet no llevan nada de pelos.
—¿Y tú quieres que me quite todos los
pelos como las guarras esas?
—Pues si —me contestó afirmando— sería
bueno para tu salud y para la mía también, no vaya a salir un gato un día de
estos y me arañe mi animal ¿eh?
Se echó a reír mientras yo me quedaba ahí parada como Dios me
trajo al mundo pensando en lo que había dicho.
Al otro día el salió al trabajo y yo, después de preparar la
comida y dejar todo listo, me fui a la peluquería. Me senté en la silla de
siempre y le dije a Ronaldo, mi peluquero de confianza:
—Mi marido me quiere sin pelos y ya
me he decidido, pues si así me quiere él que así sea, Ronaldo ¡Rápame completa!
—Oye, Roxana —me dijo Ronaldo— ¿seguro
quieres raparte la cabeza?
—Si —dije yo— estoy segura, así me
quiere él y yo le tendré que obedecer. Si él me quiere ver sin pelos, me lo
dijo anoche. Ronaldo, hazlo rápido que quiero darle la sorpresa cuando llegue
esta noche.
—Pues si te creo que el gilipollas
ese se va a sorprender cuando te vea.
—No le hables así Ronaldo, él es un
buen hombre que siempre busca lo mejor para mí, es cierto que me humilla y me
maltrata cada vez que puede, pero en el fondo es un buen hombre. Cochino y
pedorrero, es cierto, pero en el fondo es un buen hombre.
—¡Ah! Contigo no se puede Roxana —me
dijo y comenzó a cortar.
Caían pelos por todas partes, yo que nunca me había cortado
el pelo a los hombros y ahora me quedaba sin nada. Me daba susto, pero si así
era lo que quería mi marido, pues así debía ser. Al rato Ronaldo sacó la
rasuradora, me miró, me volvió a preguntar y yo le volví a decir que estaba
segura. Me peló toda. Pero todavía tenía algunos pelillos por ahí, entonces
sacó una cuchilla de afeitar, con la que se afeitan los hombres la barba, me
echó de esa crema de afeitar en la cabeza y me pasó la cuchilla dejándome sin
nada y sin rastros de pelo en alguna parte. Yo lloré de la emoción al verme, ni
siquiera me reconocía, jamás me había visto así, pero tenía que ser yo porque a
esa hora en la peluquería no había nadie más, con excepción de Ronaldo, pero él
seguía ahí, entonces la otra debía ser yo y no me discutí más.
—Oye —dijo Ronaldo— pero quedaste
como un huevo cocido. Eso es porque como nunca había entrado el sol por ahí,
pues estas blanca, blanca ¡Ya sé! Te voy a echar crema pulidora. Vas a ver lo
bien que vas quedar.
Me echó la crema para disimular lo blanco de la cabeza, luego
me pulió como una bola de boliche y quedé tan brillante como un bombillo. Por
fin, como a las dos horas terminamos y yo me fui corriendo al departamento
antes de que mi marido llegara. Cuando
llegó a eso de las nueve casi se muere de la sorpresa, pero como no se murió,
casi me mata de la rabia que le dio.
—Pero si tú me dijiste que me querías
sin pelo —le dije
—¡Pero yo hablaba del coño, Roxana! ¡Del
coño!
—Pero si yo en el coño no tengo pelo,
tengo vello
—¡Vete a la mierda Roxana! ¿Cómo es
que no entiendes nada?
—Pero no es mi culpa —dije entre lágrimas—
es que no nos entendemos, tenemos que ir a terapia o algo así
—¡A terapia ira tu cabeza si no
remedias esto! No sé como pero tienes que arreglar esto. Te vas al baño, te
afeitas el vello y te lo pones en la cabeza. No te quiero calva ¡No te quiero
calva! ¡Coño, que quedaste igualita a tu papá y yo no me quiero follar a tu
papá!
Bueno, estaba tan furioso, que no supe que más hacer. Me
encerré en el baño, me miré en el espejo y era verdad que había quedado igual
que mi papá y con el brillo que me había echado Ronaldo parecía un parque
enfrente del espejo que se reflejaba en mí una y otra vez. Llorando, me afeité
el vello y con unas cintas que tenía por ahí me lo pegué a la cabeza. Cuando
terminé parecía el payaso plim plim con mechones disparejos por toda la cabeza
y crespo y todo más enredado…
Ya han pasado tres semanas y ¡Estoy desesperada! ¡No sé qué más
hacer! Ya me comenzó a salir pelo por todas partes y me rascó y me rascó, todo
el día me la paso con la mano en alguna parte rascándome y saciando este
escozor. No me alcanza la vida para rascarme. Tengo un miedo de que mis pelos
se mezclen con mis vellos ¿Se imaginan si termino orinando por la nuca? ¡Ay no,
estoy desesperada! Pero aun así, en medio de mi tristeza, pensé en todas
vosotras y decidí contarles todo esto para que a no les pase lo mismo que a mí,
y sus maridos algún día les piden lo mismo, debéis primero preguntar qué parte quieren
sin pelos, porque a ellos todo les cae mal ¡Todo! Pero así son ellos ¡solo una
bola de pelos!
Con amor, desde aquí, para vosotros, la pelona Roxana. Adiós
¡Ay, se me metió un vello en el ojo! Creo que voy a llorar…
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