EL SÍNDROME DEL PATEADO

    
       EL SÍNDROME DEL PATEADO

                   POR: ARGUINALDO ©



Amigos, amigas que me leen, de nuevo contigo tu amigo Arguinaldo trayéndote un mensaje de paz, de progreso, de alegría, de esperanza y de encuentro contigo mismo. Recuerda que el tiempo que dediques a tu reflexión, a darte cuenta de tus errores, a buscar la forma de corregirlos y mejorar como persona no es tiempo perdido. Recuerda que siempre que andes por este mundo esquizofrénico y puedas sacar cinco minutos de tiempo para pensar en ti y en lo que haces, aprovéchalo, tómalo como si fuera un tesoro porque esos cinco minutos pueden definir tu vida entera y el futuro de todos los que te rodean.

Antes de continuar le voy a dar las gracias a aquellos amigos y amigas que me han escrito, que me han contactado y que me han pedido una nueva entrada en La colcha, parche parlanchín. Debo confesarles que me han sorprendido porque al principio yo creí que solo iba a escribir una o dos veces al año. Pero ha sido tanta la recepción que ha tenido El Mensajero Errante que estoy aquí de nuevo, mucho antes de lo que esperaba. Les agradezco y animo a todos a que sigan pendientes de La colcha, de sus contenidos y a que participen con la misma alegría y entusiasmo como se ha hecho hasta ahora… me acuerdo cuando comenzamos, era un mero sueño… y míranos… y seremos muchos más. Te lo aseguro.

Ahora sí, a lo que vinimos.

Amigo, amiga que me lees ¿has escuchado alguna vez del síndrome del pateado? Seguro que no porque fue un nombre que nos inventamos aquí hablando de eso, pero que refleja el sentimiento y la sensación extraña que nos invade de cuando en cuando, sobre todo cuando tenemos más problemas de los que merecemos.

Te subes al bus, te patean. Llegas al trabajo te patean. Vas a almorzar, te patean. Llegas a la casa, te patean. Y sientes que te patean y te patean y te siguen pateando y no hay poder o forma de evitar tanto golpe, pareces un balón de futbol en un partido de perros, de aquí para allá aguantando golpes sin poder defenderte y sin poder decir que no. ¿Te has sentido alguna vez así? Diría yo que casi siempre. Pues bien, eso es el síndrome del pateado y puede que tu sufras de eso.


Es el síndrome de sentirse a toda hora maltratado, humillado, doblegado a expensas de alguien más que quiera hacer contigo lo que quiera y que no valore tu esfuerzo, a pesar de dar lo mejor de ti, cada día y en cada momento. Es ese síntoma de frustración y de negación que nos invade cuando nadie nos valora, cuando nadie toma en cuenta que estamos siempre ahí, pendientes de ellos, aportando nuestro conocimiento, nuestras capacidades y nuestra lealtad hacia cualquiera.

Pues, amiga, amigo, te tengo una solución. ¿Cuál es la solución? ¡Quita tu trasero de ahí! Amiga, amigo, una patada no puede ser contundente si no hay un trasero para recibir el impacto. Recuerda muy bien que estar ahí y no darle la espalda a los problemas es una cosa, pero dejarte humillar, maltratar o silenciar es otra cosa, y no debes permitir que eso suceda. Bien es que hay otros que tienen más mando que tú en tu empresa o en tu familia y que les debes respeto y obediencia, pero también es cierto que ellos deben mirarte más con fraternidad que con rabia o pretensión. No confundas nunca la lealtad y la obediencia con la dominación y el servilismo. Muchos hoy en día llegan al trabajo en cuatro patas, sacando la lengua cada vez que el jefe llega y meneado la cola cada vez que él los mira o les da una palmadita en el hombro como si fueran su mascota ¡No te confundas! Eso es servilismo, que no es otra cosa que ser el siervo de un amo.

¡Ojo! Tu no naciste siendo siervo. Tú naciste siendo una persona como cualquier otra, libre, feliz y con dignidad. Ese es tu estado natural. No hay un bebe que se doblega ante lo que necesita, todos protestan y luchan hasta que consiguen lo que necesitan para vivir cómodos y, tu fuiste un bebe, entonces ese es tu estado natural. No naciste para ser esclavo. Naciste para ser feliz y vivir cómodamente.

No me digas que tú eres de los que llegan a la casa, sumamente cansados de un día pesado y gris, y tienes que ponerte a lavar, a planchar, a cocinar, a barrer, a limpiar sin descanso ni tregua. ¡Ojo! Una cosa es la responsabilidad que tienes con los demás y otra es la responsabilidad que tienen los demás contigo. Una cosa es la lealtad a tus seres queridos y otra es la opresión que sufras por tus propios prejuicios. ¡Ojo! No te estoy diciendo que no hagas nada y te desentiendas de todo. No, eso sería cometer el mismo crimen que cometen contigo y seria pasarle la cruz a otro para que la cargue por ti. Recuerda que a Jesús lo ayudaron a cargar la cruz un tramo del camino, no todo el camino.

Lo mismo te digo hoy, no dejes a un lado tu responsabilidades, pero es hora de ponerte precio, de darte valor como ser y como parte de un grupo, de una familia o de una empresa. Has que los demás también se responsabilicen contigo y que respondan de la misma forma en como tu respondes por ellos. Esa es la mejor forma de curarte del síndrome del pateado ¡Mueve  el trasero a un lado! No dejes que te sigan pisoteando como hasta ahora lo has sentido. Hazle sentir a ese que te quiere patear que sin tu trasero esa patada no sirve de nada, se la va a dar al aire y será un esfuerzo perdido.

¿Qué valor puede tener una empresa que no produzca nada? ¿De qué sirve servir vino si no se tiene una copa que lo almacene? De nada, se desparrama, se desperdicia. Eso es lo que tienes que hacerle notar a los demás, que sin ti, las cosas no tienen sentido. Demuéstrales que vales, demuéstrales que existes y que eres indispensable para que las cosas funcionen.

Jesús también decía: al que poco se le corrige, poco se le ama. Y si tú eres de esos que hacen todo por los demás y lo has hecho hasta acostumbrarlos a tu servilismo y tú mismo ya te has acostumbrado a ser pateado, es por dos razones principales: la primera que los demás ven en ti el coche que los puede acarrear hasta la meta y, la segunda, que tú no crees que ellos sean capaces de hacer las cosas que tú haces.

Para lo primero ya tienes la respuesta: frena y carro y compromételos. Para la segundo, diría yo que también tienes la respuesta: edúcalos, confía en ellos.

El gran problema de muchos profesores universitarios es que ven a sus alumnos como una futura competencia laboral y por eso no les enseñan todo lo que saben, apenas los distraen con informaciones superfluas y ejercicios que no sirven en la práctica. Pero el estudiante que realmente quiere ser exitoso en su profesión de cualquier forma estudia, aprende, investiga y, finalmente, termina de cualquier forma superando a su maestro y, no solo eso, sino que también se dará cuenta que ese profesor mediocre no le enseño nada y solo lo distrajo porque le tenía miedo a mostrarle y a enseñarle la verdad.

Lo mismo puede ocurrir contigo, los demás pueden estar viendo en ti a una posible competencia y por eso les conviene mejor patearte que dejarte volar, pero ¡Atención! Tú ya tienes la respuesta: quita el trasero, no te dejes patear y demuéstrales que sabes lo suficiente como para estar al nivel de ellos y para enseñarles a ellos todo lo que sabes. No te de miedo mostrar, si te da miedo compartir tu conocimiento es porque no confías en tus capacidades y, aparte de todo, estas cometiendo el mismo error que los demás cometen contigo. Entonces, ya lo sabes, demuestra que sabes, pero también demuestra que puedes enseñar y que confías en los demás. Recuerda siempre eso: al que poco se corrige poco se le ama. Corrige y te respetaran, quédate callado y te la seguirán montando, te seguirán pateando. Demuestra que sabes y te harás indispensable, oculta lo que sabes y llegara otro que sabrá más que tú y ocupara tu lugar. Demuestra que te respetas y te respetaran, demuestra que te humillas y te humillaran.


“Demuestra que te respetas y te respetaran, demuestra que te humillas y te humillaran”.


¿Qué podemos concluir entonces del síndrome del pateado? Que si no demuestras que ocupas un lugar en el espacio de tu comunidad, te van a seguir dando, pero si lo haces, te van a valorar. Ahora, date cuenta que no es una tarea de un día o de un grito, no, es una tarea que se demuestra con la frente en alto cada uno de los días. Si los demás entregan el informe a las seis, tú entrégalo a las cuatro. Si los demás ven realities tú lee un libro, edúcate. Si los demás pasan el tiempo mirando tonterías, tu mira La colcha, prepárate, diviértete, pero aprovecha esa diversión. Si los demás quieren que laves, lava tu ropa y enséñales a lavar la suya. Enséñales a todos que se barre con una escoba y no contigo.

Y recuerda que si quieres que tu vida cambie de verdad ¡No debes patear y si tienes la obligación de enseñar que no hay necesidad de patear a nadie! Si no quieres patadas no puedes patear. Así no vale el juego. Si sigues estos consejos, día tras día y poco a poco, tu vida va a cambiar. Te lo aseguro. 

Recuerda que es tu naturaleza ser libre y feliz, que fuiste un bebe digno, pero que en algún momento dejaste de ser bebe y, en otro descuido, también perdiste tu dignidad… recupérala, te lo advierto, no está en el supermercado, está dentro de ti, sigue ahí, esperando a que tú la convoques para que te ayude a crecer esa fuerza esplendorosa que tienes como ser. No dejes que ese resplandor se apague, la chispa de ese fuego es tu honor y tu dignidad. Recuérdalo siempre.

Amiga, amigo que me lees, no olvides que este cambio implica esfuerzo, implica mucho trabajo, pero el trabajo no es entrar a las ocho y salir a las cinco. El trabajo es demostrarle a los demás y a ti mismo, con tu actitud, con tu compromiso, con tu sabiduría y con tu destreza que eres importante, que eres indispensable y que nadie te debe patear.

Amigo, amiga que me lees, recuerda que el destino esta en ti, que tú eres la fuerza que mueve esas piernas y ese cuerpo cada mañana, no busques la respuesta en otra parte, ni en hechizos instantáneos, el hechizo mágico esta en tu corazón y en tu grandeza y recuerda que así como te veas a ti mismo así te mirarán los demás.

Lucha por tu dignidad, por volver a encenderla dentro de ti y que esa llama de altivez nunca se apague. Nació contigo para hacerte grande, no permitas que se aplaque con tu pereza. Eres grandioso, lo sabes, pero no quieres hacer nada para demostrarlo.

Soy tu amigo Arguinaldo, que te dice que eres una persona maravillosa, que vales demasiado para vivir pateado y que tienes todas las herramientas necesarias para ser feliz.

No se te olvide comentar, son dos o tres minutos y tal vez muchos de los que se acerquen necesitarán de tu aliento para sentirse respaldados. Tu alegría o tu experiencia, pueden contagiar a otros que sienten lo mismo que tú.

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Te deseo una gran semana y recuerda quitar el trasero de quien te quiera patear y no patear a nadie, cuando te llegue el momento. Te tengas la felicidad que te mereces. Adiós.


 Tu amigo: Arguinaldo.

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