LE PEDÍ UNA MUDA DE CUMPLEAÑOS A MI MARIDO Y ME TRAJO A LA MOZA

        LE PEDÍ A MI 
  MARIDO UNA MUDA 
  DE CUMPLEAÑOS Y 
    ME TRAJO A LA 
            MOZA 

          POR: LAS LÁGRIMAS DE ROXANA ©

¡Estoy desesperada! De verdad que lo estoy. No sé qué pasa conmigo y con mi vida. Yo no sé si soy yo la que no entiendo o es mi marido el que no habla claro, pero ya no entiendo nada. Esto ya está llegando al límite y estas lágrimas no son de alegría sino de pura confusión.

La otra vez estábamos sentados cenando muy tranquilos cuando de repente mi marido se tiró un pedo, que os juro, sonó como una ambulancia o el carro de los bomberos. Y el muy atolondrado en lugar de disculparse conmigo por hacer eso en la mitad de la cena, me dijo:

—Eh, Roxana, para que te des cuenta lo mucho que me alimenta tu comida, si es que la digiero en segundos. Deberías estar orgullosa, te ganaste un premio, tesoro.

Es que es insoportable, ya no me lo aguanto, aunque en el fondo es un buen hombre… muy en el fondo, claro. Como a los cinco minutillos de eso pudimos volver a comer, ya el ambiente estaba menos pesado y no había riesgo radiactivo y, como ya todo estaba normal, pues todo quedó muy callado de nuevo, porque debéis saber que no hablamos mucho, nuestra relación es mas de esas otras en las que se habla poco. Pero, de pronto él me miró y me dijo:

—¿Por qué no te ríes Roxana?

Yo no conteste, aún seguía medio mareada y no coordinaba ni un pepinillo, me sentía borracha, aun me daba vueltas la cabeza, incluso llegué a pensar que me iba a desmayar ahí mismo. Estaba perdiendo el conocimiento, aunque la verdad yo creo que lo tenía perdido desde el día que acepté casarme con aquel sujeto lleno de gases horripilantes.

—ah, yo sé por qué tu estas así, Roxana —me dijo sonriendo con el gazpacho entre los dientes—, tu estas seria porque crees que se me ha olvidado tu cumpleaños. Pero no, tú crees que yo no me fijo en esas cosas, pero mira, lo tengo claro ¿Cómo se me va a olvidar que tu cumpleaños es el miércoles de la próxima semana?

—es el viernes de esta semana —dije yo sintiendo que mis ojos se aguaban.


—pues claro que este viernes, ah, que te pillo, pues lo estaba diciendo para tantearte a ver si tú también te acordabas. No creas que no sabía que era ¿cuándo dijiste?

—el viernes

—claro, el viernes, por supuesto. Queda claro. Marcado en mi memoria. Y dime Roxana ¿Qué quieres de cumpleaños?

¡Ay virgen! En ese momento me pasó un escalofrío que me erizo hasta los pelillos de las nalgas. Me acorde del ultimo cumpleaños cuando le dije que me llevara a bailar y el bruto me llevó a una disco de salsa y en la mitad del baile, me soltó y yo fui a parar en la mitad de la pista y todos los demás cayeron encima mío y comenzaron a pisarme con sus tacones y sus zapatos de goma hasta que por fin terminó la noche y apareció mi marido diciendo:

—Roxana, pero ¿en dónde te habías metido que llevo como dos horas buscándote?

O el año anterior a ese cuando le pedí algo de ropa interior que me hacía falta y me trajo una caja y me dijo:

—Mira, Roxana, como te quiero, te traje unos calzones de Versace.

Y me acuerdo que se me llenaron los ojos de lágrimas al abrí el paquete y… (Es que de solo acordarme me dan ganas de llorar, del asco que me produce ese recuerdo). Resulta que eran unos calzones usados y de un travesti de aquí del edificio al que le dicen Versace, pero que en realdad se llama Miguel del Arroyo, del arroyo de la cantidad de porquerías que pasan por esos calzoncillos. Es que yo sufro mucho y, por eso, apenas él me dijo que me quería regalar algo de cumpleaños, yo quedé quieta.

—¿Qué pasa Roxana, por qué no me contestas?

—pues… es que me has sorprendió, en verdad que sí, no me esperaba algo así de ti —dije disimulando— pues… que te digo, pues a que justo ahora no se me ocurre nada.

—¿Qué tal si repetimos el plan del año pasado y nos vamos de faena?

—¡Ay, no, Dios mío, no! —dije llorando

—¿Qué pasa, no te gustó?

—No… si me gusto… —dije mientras me limpiaba las lágrimas— lo que pasa es que me están saliendo unos juanetes que parecen los cascos de una vaca y me duelen un montón, casi no me dejan caminar ¿No te has dado cuenta que ahora me demoro mas para todo?

—Pues la vedad sí, pero yo pensé que era que como te la pasas aquí, no haces ejercicio y te estabas pegando a las paredes.

—pues no, son los juanetes, de veras, me da pena ser tan descortés contigo, pero me gustaría algo más suavecito.

—ah, pues está bien —dijo resignado— tú te lo pierdes.

Nos quedamos de nuevo en silencio, terminando la cena, pensé que me lo había quitado de encima, cuando de pronto volvió a hablar y yo sentí que, esta vez, si se me iban a escurrir las lágrimas del susto que me propusiera otra cosa.

—¿Y cómo andas de calzones? Porque mira que Versace tienes unos fantásticos y están como nuevos, ¿eh, que me dices?

—Divinamente —le contesté con una sonrisa más forzada que los zapatos que llevaba puestos—, de calzones estoy llena

—¿De verdad? Dime la verdad, Roxana, no importan los gastos, es que es tu cumpleaños ¿vale? Dime la verdad porque los que yo he visto están todos rotos.

—es que así se usan ahora —contesté— tu sabes, para que el coño tenga algo de ventilación y no se llene de microbios. Es la última tecnología que se inventaron los japoneses.

—¿Qué japoneses para descubrir cosas, no? Pues en ese caso, deberías romper el resto.

—si en eso estoy, por eso la paso tanto sentada.

—ah, pues ya ves, vas un paso adelante en tecnología.

Prefería, prefería romperlos todos y no tener entre mi baúl esos calzones de loca.

—Pues, bueno Roxana, que ya no se me ocurre nada, tienes que ayudarme, eh, recuerda que es tu cumpleaños. Dime lo que quieres, te concedo un deseo, pero tienes que apurarte, mira que hoy es martes y para esas cosas tú sabes que soy un poco lento.

—pues déjame pensarlo y mas tarde te digo ¿bueno?

Lo dejamos así y pudimos terminar la cena en silencio, aunque con muchos recuerdos dolorosos. Nos sentamos a ver el telediario como todas las noches y mientras daban el programa de chismes, él se fue al baño a hacer del dos. Y yo piense y piense en lo que podía pedirle ¡Estaba desesperada y con unas ganas de llorar! No podía entender como el mundo me trataba así. No sé cómo me contuve, creo que era porque el lio ese no me dejaba concentrar bien.  Le daba vueltas y nada, hasta pensé en ir al notario y cambiarme la fecha de cumpleaños, pero el trámite se demoraba treinta días hábiles y yo apenas tenía tres para huir de ese compromiso. Pensé en lanzarme por la ventana, pero si me mataba ¿Quién iba a llorar por mí? Es que yo estoy sola, solo tengo a mi marido y al sofá y si los dejo no sé qué va a ser de mí. Me calmé, lo pensé lo más centrada que pude y, por fin, mientras me ponía el pijama, se me ocurrió algo

—Oye ¿y por qué no me regalas una muda?

—¿Una muda?

Yo afirmé con la cabeza y con toda mi alegría, esa era la respuesta perfecta. Una muda, con eso él me podía regalar lo que quisiera, lo que fuera y, si no me gustaba, pues no me lo ponía y lo escondía por ahí y listo, y –en cambio- si me gustaba pues podría usarla cuando saliera al súper o cuando tenía que traerlo borracho del club porque me daba pena que siempre sus amigos me vieran con los mismos trapos, yo también tengo mi honor, como no.

—¿Y qué clase de muda? —me preguntó

—pues tu veras, la que tú quieras, te la dejo a tu gusto.

Se encogió de hombros, se tiró tres pedos, me dio un beso en la frente y se quedó dormido.
Pasaron los tres días y llegó por fin el día de mi cumpleaños. Yo estaba realmente muy contenta porque había apostado sobre seguro y cualquier cosa que saliera de esa noche iba a ser buena para mi… pero ¡Que mucha fe tenía en mi marido!

Como a las seis de la tarde me llama y me dice:

—Roxana, que ya tengo la muda conmigo, pero primero te quiero comprar un pastel, porque primero que todo es tu cumpleaños y ahí que celebrarlo en grande. Lava los platos y los vasos, que esto hay que celebrarlo en bomba.

Yo acepté feliz, estaba dichosa y las lágrimas de alegría rodaban por mis mejillas sonrojadas con ese hombre tan especial. Eso sí, se demoró un poco porque sentí el coche llegar y aparcarse como a eso de las ocho, debía ser muy difícil conseguir pasteles ese día. Me levanté del sofá y me paré frente a la puerta con mi mejor sonrisa. Cuando de pronto abre la puerta ¿Y que veo? En una mano traía el pastel de chocolate y en la otra traía a una guarra desaliñada peor que él.

—¡Feliz cumpleaños Roxana! —me dijo mientras se acercaba a darme un beso y yo ahí que no entendía nada.

Dejó el pastel en la mesa, agarró de la mano a la mujer  esa y me la pasó diciendo:

—¡Mira, que te traigo tu regalo de cumpleaños!

—pero ¿Qué es esto? —dije yo ya con los ojos llorosos

—pues ¿no me dijiste que querías una muda de cumpleaños? Pues aquí la tienes, te presentó a Engracia y esta no habla desde que nació.

El muy cabrón me había traído a la moza para celebrar mi cumpleaños.
Pero la culpa es mía, solo mía por pasármela cumpliendo años cada doce meses.
De eso ya hace dos semanas. Engracia se ha pasado a vivir con nosotros y parece muy contenta, por lo menos eso creo porque yo no le entiendo nada. Eso sí, sabe cocinar unos mariscos deliciosos, hace una paella que me mueres al probarla. Pero no sé hasta cuando vaya a soportar esto ¡Estoy desesperada!

Les cuento todo esto para que tomen mi experiencia y no les vaya a pasar lo mismo. Por favor, chicas, aclaren bien todo antes de pedirle algo a un hombre, porque yo creo que son todos los hombres lo que no entienden nada ¡nada! Y eso debe ser porque sus pollas no tienen orejas. Pero así son los hombres y, las que logramos tener uno, es mejor cuidarlo. Me gustaría que me dijeran que hacer, como soportar esta situación o, por lo menos, que me pasen algunas recetas que Engracia pueda hacer en la cocina.

Tengo muchas otras cosas que contar pero estoy tan conmovida con todo esto que no me alcanzan las fuerzas para contarlo todo ahora. Solo puedo decir que lloró de felicidad por ser parte de La colcha y que espero volver a veros prontos. Con amor, desde aquí llorando: Roxana, y la muda Engracia. Adiós.


Recuerda que todos nuestros contenidos están protegidos con derechos de autor y que para publicarlos en otras paginas necesitas nuestro permiso. Te queremos, pero te queremos vivo😉. La Administración.

Comentarios

SOBRE NOSOTROS

La colcha, parche parlanchín es una comunidad creativa de expresión libre que defiende la raíz por encima de las ramas, siendo la raíz el talento natural, la expresión de los sentidos y el arte como pasión.

VISITANTES

NO DORMIMOS, SOÑAMOS.

NO DORMIMOS, SOÑAMOS